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Cuando era niño, en el camino al colegio escuchábamos la radio. No existían los iPods, iPhones, ni siquiera los Walkmans eran un objeto de uso común en esa época. La radio en los vehículos y las casas era una de las formas preferidas para escuchar música, noticias, comerciales (“cuñas” de radio). Obviamente existía la televisión, pero la radio siempre fue un medio mucho más cercano, íntimo, (era más sencillo tener un radio en tu cuarto que un televisor, que era más costoso), un medio en el que inclusive podías intervenir con una simple llamada telefónica y no solo participar, sino escuchar tu voz en el aparato, no entender que era ese ruido que luego descubrimos que se trataba del “feedback” (cuando te dicen “por favor baje el volumen de su radio”), y saber que muchas otras personas te estarían escuchando en ese momento. Eso era una mezcla rara entre miedo escénico, orgullo y poder, que si lograbas manejarlo podía salir una idea coherente y quizá con mucha suerte, la que pensaste antes de hacer la llamada. La radio siempre ha sido para mi un medio mágico, que llega a todas partes desde antes que existiera Internet, que te conecta con ideas a las que tienes que dar imagen tu mismo en tu mente, lo que lo hace más poderoso y duradero.
Entonces, insisto, desde pequeño me ha encantado la radio, la magia de la radio, el escuchar historias, canciones, noticias, narraciones de algo que está pasando en vivo o que ya pasó y ahora se convierte en una historia que nos están contando. Cuando tenía 11, 12 años, me llevé a mi cuarto un tocadiscos que tenía grabadora de cassette y un micrófono, y me grababa presentando canciones de los discos de pasta que tenía en casa. Bien podía estar presentando un tema de Genesis, como uno de Queen, o una canción que había recién grabado en la radio, esperando ese momento justo en el que el locutor dejaba de hablar para presionar «play» y «record», y grabar.
Años después, estuve en la radio como invitado, entrevistado, y hasta con espacios propios gracias a locutores amigos que me invitaban para hablar de mercadeo digital, de redes sociales, de tecnología. Luego, gracias a los podcasts, pude cumplir de alguna forma ese sueño de hacer contenido para ser escuchado por otros.
Una vez dije durante la grabación de un podcast que su definición era “un programa de radio sin presupuesto”, y más allá de que se tratan de cosas distintas, el espíritu es el mismo. El podcast tiene como ventaja que se puede compartir y disfrutar en diferido, no tienes que estar en un momento específico frente al receptor para escuchar la transmisión, porque se trata de un archivo que reposa en “la nube” y que puedes descargar o escuchar en streaming desde donde estés, con sólo tener una conexión a Internet. Aun sin tenerla en el momento en el que quieres disfrutar del podcast, puedes hacerlo, la conexión solo es necesaria para descargar el episodio en un momento dado, almacenándolo en tu teléfono inteligente o dispositivo móvil y permitiendo que tu mismo decidas cuándo lo vas a escuchar. Hasta puedes armar tu propia grilla de programación, colocando tus podcasts favoritos en el orden que lo desees, intercalando los minutos o las horas de música que prefieras entre ellos, y decidiendo si hoy esa programación la vas a escuchar en camino al trabajo, haciendo ejercicio o mientras estás en tu casa o tu oficina. Es similar a la televisión on-demand, pero con la intimidad de la radio que recién les comenté.
Hoy, además de un podcast que hice por unos 200 episodios, y los dos podcast que hago semanalmente, (Robot con otros 4 amigos, regados por todo el hemisferio, y El Modulor, donde cuento las historias detrás de las canciones, y es también una gran satisfacción leer y escuchar los comentarios que tiene la gente de ambos proyectos), quiero comenzar este proyecto que se irá construyendo en el camino, como dibujo libre, para contar otras historias, dar mi opinión en el momento en el que lo quiera hacer, compartir conversaciones con gente interesantísima que de paso tengo la suerte de conocer y a algunos incluso llamar mis amigos, y siendo todo eso tan parecido a lo que llamo «radio», pero en este formato de podcast, no podía tener otro nombre.
Esto es un podcast, y lo llamo Radio 2.
Me parece muy bien. Chévere que puedas conversar de muchas y muy variadas cosas. Entiendo que es un experimento que se irá perfilando a su aire.
Gracias brother, por seguir presente…